jueves, 22 de agosto de 2013

Ciro II el Grande: Rey de Persia (550-529 aC).




Era hijo de Cambises I, descendiente de Aquemenes (siglo VII a.C.) y miembro de la dinastía Aqueménida. Cuando en el 558 a.C. Ciro se convirtió en gobernante de Anzán, ésta estaba sometida a Media; cinco años después Ciro encabezó una rebelión contra los medas que dio como resultado la captura del rey Astiages y el final del Imperio meda (550 a.C.). Posteriormente, Ciro se nombró rey de Persia y rigió un territorio que se extendía desde el río Halys (actual Kizil Irmak) al oeste, hasta el Imperio babilónico al sur y al este. Babilonia, Egipto, Lidia y las ciudades-estado de Esparta en Grecia se asociaron para limitar el poder de Ciro, pero en el 546 a.C. Ciro derrotó a Creso, rey de Lidia, controlando Asia Menor. En el 539 a.C. Babilonia también cayó en manos de Ciro.





*Ciro había fundado un imperio superior en extensión no sólo al de Egipto,
sino también al asirio-babilonio.



El Imperio persa fue el estado más poderoso del mundo hasta su conquista en el 331 a.C. por Alejandro Magno. Ciro fue un gobernante iluminado y tolerante. Entre sus hazañas importantes se encuentra la liberación de los judíos de su exilio en Babilonia, permitiéndoles volver a Palestina, así como la reconstrucción del templo de Salomón en Jerusalén. Evitó
habitualmente interferir en las costumbres y religiones nativas. Ciro murió mientras dirigía una expedición contra un pueblo escita del este, el masageta, y fue enterrado en Pasargada, ciudad que había establecido como la capital de su Imperio y donde aún se conserva su tumba. Le sucedió su hijo Cambises II.


La biblia menciona a Ciro en sus libros, entre algunos de ellos están:

Isaías (capítulos 45,1) en este libro se le llama Ungido (Mesías) a Ciro.

Esdras (capítulo 1 versículos 2-4) se presenta una versión del edicto de Ciro que pone fin el exilio judío en Babilonia.


Daniel posee varias referencias a Ciro.

El Segundo libro de las Crónicas (36, 22-23) presenta otra versión del edicto de Ciro. Esdras (1, 2-4) Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. A todo el resto del pueblo, donde residan, que las gentes del lugar les ayuden proporcionándoles plata, oro, hacienda y ganado, así como ofrendas voluntarias para la Casa de Dios que está en Jerusalén.

Crónicas (36, 22) En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías, movió Yahveh el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino

Daniel (10,1) El año tercero de Ciro, rey de Persia, una palabra fue revelado a Daniel, por sobrenombre Beltsassar. Palabra verdadera: gran lucha. El comprendió la palabra; le fue dada en visión su inteligencia.

La Biblia dice en:

Isaías 45,1: Así dice Jehová a su ungido, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán". Ahí a Ciro se lo llama mesías, es decir, el ungido. La traducción griega de esa palabra hebrea, mashiach, es Christos, de donde deriva nuestro término Cristo. Entonces, se puede afirmar que a ese antiguo rey persa lo llamaba Cristo.

Este es el único lugar en la Biblia donde se le llama " ungido" a un gobernante gentil. Es decir, Ciro es el único gentil llamado Mesías por la biblia. La biblia tiene a Ciro como un Mesías, entonces cabe la posibilidad de pensar que el Mesías único del que se nos ha hablado desde pequeños, no es tan único.

Sin embargo, no han sido los triunfos militares de Ciro o sus dotes de gobernante los que me han llevado a hablar de él en este artículo, sino el hecho de haber sido elegido por Dios para una misión única, anunciada así por Isaías: “Esto dice el Señor a su ungido, a Ciro: ‘Yo lo he tomado de la mano, para doblegar ante él las naciones y desarmar a los reyes, para abrir ante él las puertas, para que los portales no se cierren. Yo iré delante de ti, allanando señoríos; destruiré las puertas de bronce, arrancaré los cerrojos de hierro; te daré los tesoros ocultos, las riquezas escondidas, para que sepas que Yo soy el Señor, el Dios de Israel, que te llamó por tu nombre. Por mi siervo Jacob, por mi escogido Israel, te llamé por tu nombre, te di un título de honor, aunque no me conocías'” (Is 45, 1-4).

De este modo, el gran Ciro, pagano y politeísta, entra de la mano del Altísimo en la Historia del pueblo de Israel, con la misión de reconducir a Jerusalén a los judíos desterrados: “Yo lo he suscitado [a Ciro] en justicia y allano todos sus caminos: él reconstruirá mi ciudad y hará volver a mis cautivos, sin precio ni rescate, dice el Señor de los ejércitos” (Is 45, 13).

“Por primera vez en la historia del pueblo escogido, un oráculo de Dios favorable se dirige a un rey extranjero dándole el título de Ungido”, concluyen Schökel y Sucre Díaz, biblistas contemporáneos*.



 

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