Los orígenes de la gran civilización conocida como el Imperio
Bizantino se remontan al año 330 d.C., cuando el emperador romano
Constantino I fundó Constantinopla, una “nueva Roma” en el sitio de la antigua
colonia griega de Bizancio. Aunque la mitad occidental del imperio romano se
derrumbó y cayó en el año 476, el Imperio Romano de Oriente le sobrevivió por
1.000 años más.
El término “bizantino” se deriva de Bizancio, una antigua
colonia griega fundada por un hombre llamado Byzas. Esta población estaba
situada en el lado europeo del Bósforo (el estrecho que une el Mar Negro con el
Mediterráneo). Una ubicación estratégica como punto de tránsito y de comercio
entre Europa y Asia Menor.
Los asuntos de la Iglesia y el Imperio quedaron
estrechamente ligados. El emperador podía hacer valer su autoridad en la
Iglesia y el patriarca también podía intervenir en asuntos públicos. El modelo
teórico de esta relación entre Imperio bizantino e Iglesia bizantina era
aquello que los estudiosos llaman corpus christi politicum: y esto no permitía
una separación de los dos poderes; bajo este aspecto se explica la posición
importante del emperador en la Iglesia. Como todo fiel estaba ligado a las
leyes de la Iglesia pero al mismo tiempo era vicario de Dios y defensor de la
ortodoxia.
Sin embargo si el poder imperial llega a ser demasiado influyente en
el interior de la Iglesia, encontró oposición. La fórmula que usamos nosotros
para caracterizar esta relación no corresponde exactamente a la realidad de la
relación Estado-Iglesia en Bizancio. Un tal término de cesaropapismo presupone
un antagonismo entre dos instituciones autónomas; mientras en Bizancio todo
estaba jurídica y teológicamente unido. Estado e Iglesia eran sólo dos caras de
una sola cosa y en la persona del emperador se conjugó esta unidad.
Naturalmente uno piensa luego, cuáles son las semejanzas y diferencias en la
relación de estos con el papado y la Iglesia en occidente; ciertamente no son
simplemente idénticas. Las relaciones de los emperadores de occidente con los
papas no eran nunca tan entremezcladas, como en Bizancio con la Iglesia
bizantina. Aunque generalmente hay muchas analogías, pero, hay más diferencias.
El período comprendido entre los siglos V y VI es muy
importante para la formación del modelo bizantino de relación Iglesia-Estado.
El sistema que se propone Justiniano de realizar una unidad
ordenada, una armonía entre Iglesia y Estado, no podía fundarse desde un punto
de vista teológico. De hecho, hay una diferencia esencial entre el ministerio
eclesiástico y el cargo imperial. No coinciden. La armonía es expresión de una
peculiar ideología helenístico-cristiana, la cual procede de la ideología
romano-pagana .que se remonta a la realidad política y social de aquel mundo
pagano. El resultado debía ser el ideal del emperador, que, como tal ideal, en
la realidad frecuentemente no funcionaba.
Resultado de grandes concilios era el Derecho eclesiástico.
Las decisiones sinodales, una vez confirmadas por el emperador, llegaban a
tener rango de leyes imperiales, siendo integradas en el Derecho estatal y
generando amenazas a los infractores .es decir, a los herejes.. Esta doble cara
de las leyes es significativa. Hasta Justiniano la legislación imperial se
ocupaba de la política religiosa de una manera muy concreta: aquellas leyes que
se fijaban en los privilegios hacia el clero. Ahora Justiniano da un fundamento
teórico al poder estatal y al clero, introduciendo una idea helenística: Dios
es la única fuente de la ley, y ha delegado este poder legislativo en la tierra
en el emperador. Con el tiempo, los obispos acabarían siendo funcionarios
estatales, en cuanto ocupaban funciones de administración. El alto clero venía
integrado en la aristocracia bizantina.
Videos del Arte Bizentino y Paleocristiano.
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